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El secreto del 'Hitchcock' mexicano que aterrorizó a niños por décadas

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"Esta noche hasta el viento tiene miedo" es la memorable frase que da su nombre a la que muchos consideran la mejor película mexicana de terror de la historia: Hasta el viento tiene miedo. No el remake de 2007, sino la extraordinaria versión original de 1968, escrita y dirigida por Carlos Enrique Taboada.

Taboada dirigió también otras películas de terror que forman parte de las noches sin dormir de las generaciones que crecieron en los 70 y los 80: El libro de piedra (1969), Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984), todas interesantes.

Inevitablemente, al ver cualquier película hecha hace casi 50 años, nos encontraremos con cosas que ya parecen caducas, como actuaciones que tienden al melodrama y momentos "sexys" en este caso, pero Hasta el viento tiene miedo se sostiene admirablemente, y en una noche oscura todavía saca varios sustos.

(VIDEO: Hasta el viento tiene miedo)

La historia gira en torno a un espíritu que atormenta a las alumnas adolescentes de un internado para niñas bien, y especialmente a una muchacha llamada Claudia (Alicia Bonet). La situación empeora cuando varias de las chicas, incluyendo a Claudia, son castigadas y obligadas a quedarse en la escuela durante las vacaciones, acompañadas solo por la tiránica directora de la escuela Bernarda (Marga López), por la amable pero sumisa profesora Lucía (Maricruz Olivier) y por el supersticioso jardinero (Rafael Llamas), todos a merced del amenazador espectro.

El director plantea un relato muy bien armado que va revelando la historia detrás del espíritu de la muchacha que busca venganza, en donde el elemento sobrenatural se origina primero en un "pecado" humano de autoritarismo y represión. No creo que sea de a gratis que la directora/dictadora de la escuela se llame Bernarda, como la protagonista de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca.

Pero Taboada sabe también contar la historia a través de la cámara, la fotografía y la música, algo muy poco común en la mayoría de los directores de esa época, que hacían un cine desparpajado y descuidado. Aquí la cámara todo el tiempo está creando un sentimiento de paranoia y de amenaza y se genera el terror a través de imágenes inquietantes, sorpresivas y siniestras: un rostro borroso a través de una ventana, un candado roto, la mano de una muerta que se mueve de forma inesperada. No hay efectos especiales, ni monstruos hechizos, todo se logra a través de la iluminación y las sombras.

Hasta el viento tiene miedo sigue siendo insólita el cine mexicano, porque es una película única hasta el momento de su creación e incluso después. Lo que había eran las películas del Santo, pero con la excepción de El vampiro, de Fernando Méndez, no había una tradición de cine de terror gótico, psicológico. Y finalmente, fuera de las otras películas de terror de Taboada que siguieron, tampoco se siguen produciendo obras notables en el género, fuera quizá de La tía Alejandra, de de Arturo Ripstein.

En este sentido el director parece más influenciado por clásicos extranjeros como The Innocents, de Jack Clayton (1961), o The Haunting, de Robert Wise (1963), y las historias de resurrecciones malignas recuerdan a cuentos de Edgar Allan Poe o a los autores del romanticismo (a los que la directora Bernarda alude en una de sus clases a las muchachas). Los desequilibrios en las relaciones humanas crean erupciones de violencia, personificadas por estos espíritus vengativos: una anciana que venga a su gato en Más negro que la noche, una niña ignorada que cae bajo la influencia del fantasma de un niño perverso en El libro de piedra y el peso de la superstición en la cabeza de unas niñas en Veneno para las hadas.

Otro gran mérito de Taboada es que es el director que probablemente aprovecha mejor al star system en el ocaso del cine nacional. Funcione o no la película, siempre escribía buenos papeles y diálogos memorables, especialmente para las actrices. Maricruz Olivier, Sonia Furió y Norma Lazareno, por ejemplo, hacen varias películas con él y logran algunas de sus mejores actuaciones en cine. Lo mismo va por Claudia Islas, Helena Rojo, Susana Dosamantes y Lucía Mendez en Más negro que la noche.

Por años fue ignorado por los críticos, que lo ninguneaban, no así por las audiencias que recordaban sus películas con gozo y horror por igual.

Son precisamente algunas grandes actuaciones y buenas historias lo que destaca en las incursiones del director fuera del cine de terror, siendo El arte de engañar un buen thriller con actuaciones sólidas de Julio Alemán y Anel, y una excepcional de Sonia Furió. Aborda el tema del lesbianismo, pero truncado por la censura, en El deseo en otoño, con Maricruz Olivier y Sonia Furió, y Vagabundo en la lluvia es una pieza interesante con buen trabajo de Ana Luisa Peluffo y Norma Lazareno, pero saboteada por una débil Christa Linder en uno de los protagónicos.

Sin embargo, Taboada logra otra gran película fuera del género del terror con Rapiña, con grandes actuaciones de Ignacio López Tarso y de un German Robles momentáneamente rescatado de la sombra de El vampiro. La película aborda el saqueo de un avión accidentado por parte de unos leñadores ambiciosos, con una historia cuyo final sugiere un homenaje (no muy sutil) a Greed, de Erich von Stroheim.

El caso Taboada también es interesante porque probablemente sea el primer director mexicano rescatado por la fan culture del Internet. Por años fue ignorado por los críticos, que lo ninguneaban, no así por las audiencias que recordaban sus películas con gozo y horror por igual. Esos niños y niñas asustados crecieron para convertirse en admiradores de la obra de este singular cineasta discutiendo su obra en foros online, en blogs, en fan groups y reconociendo finalmente al director como un hombre clave en la historia del cine mexicano.

Como si el mismo director nos estuviera llamando a recordarlo (merecidamente) desde ultratumba...

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.


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