
Han pasado 4 días desde el terremoto. Vivo a unas calles de un área cercada en la colonia del Valle. Sólo hay tres formas de pasar por ahí: que vivas en alguno de los edificios dentro del aŕea, que ayudes como voluntario en el Soriana que está en la esquina de Gabriel Mancera (y que ahora es centro de acopio) y por supuesto, que llegues como voluntario en las labores de rescate.
Aquí hay edificios colapsados en los cuales aún se espera encontrar personas con vida. La información no es certera. Yo vi, dos horas después del sismo, un edificio totalmente derruido en la esquina de Escocia y Gabriel Mancera; cualquier podía pasar a ayudar, la organización corría por parte de los vecinos, pero ya para la tarde, cuando me fui, llegaron dos camiones con militares a organizar. La memoria ya me falla, tengo que consultar Google Maps para recordar cómo era la fachada antes del derrumbe. Para la noche del 19 de septiembre, toda el área ya estaba cercada por camiones y vallas. El área estaba a oscuras: la luz no llegaría hasta después de otras 24 horas.
Entre vecinos dudamos. Hay quienes aseguran que son hasta tres edificios los colapsados en esa área. Ya no lo puedo comprobarlo. No hay forma de entrar por ahí.
Hoy, toda esa área, a la que los vecinos llamamos la 'zona cero', está acordonada: del lado de División del Norte, con vallas metálicas y vallas de policías (casi todas mujeres, amables, serviciales); del lado de San Borja sólo está el típico listón amarillo y voluntarios que evitan el paso; y por el Eje 5, bardeado de grandes camiones que transportan escombros. Del lado de Concepción Bésteigui hay elementos de la Sedena y muchos policías (aquí casi todos hombres), módulos de atención psicológico, centros de acopio y muchos puestos improvisados de comida. Afuera predomina el espíritu comunitario: cualquiera que pase, ayuda y ofrece algo.
Pero adentro, en la zona de desastre, sólo coordinan agentes de la Marina y nadie puede entrar: hay voluntarios y policías cuidando, a una o dos calles de distancia, que el área esté limpia. Aquí no hay cámaras de TV ni autos ni gente que pase sin autorización. Si se requieren detalles de qué se está haciendo o cuánta gente se ha salvado, se necesita encontrar al comandante a cargo... pero te advierten: está muy ocupado. Después de un par de horas, no insisto: ayuda más quien no estorba.
Apenas terminó de temblar yo me fui para allá: sacamos 5 personas con vida. En el 85 también ayudé a rescatar gente y ahí aprendí que la mejor manera es cavando túneles, no hacerlo por encima de las ruinas porque provocas derrumbes", me dijo Prisiliano, quien labora de portero en el edificio en donde vivo desde hace más de 10 años. Estamos a sólo tres calles de la zona y desde mi ventana veo los camiones y militares que desvían la circulación.
En la esquina de Heriberto Frías y Division del Norte, justo en las afueras de la zona cero, es en donde se organizan los voluntarios. La gente llega animada por mensajes que lee en redes sociales o porque vive en la colonia y sabe que ahí está pasando algo.
Las recomendaciones son simples: llega de mezclilla, de preferencia con botas y anota en tu brazo tu nombre, celular y tipo de sangre; no todos recibirán guantes o casco porque se tienen pocos, así que la gran petición es que lleves tu propio equipo si lo tienes... o que ayudes donándolos.
"Sí necesitamos más gente, sobre todo en las madrugadas, para rescates, repartir comida, traer cosas...", pide Ulises. Tiene un megáfono a la mano pero prefiere no usarlo, la gente se acerca a buscarlo para preguntar cómo puede ayudar; a todos les explica paciente, aunque eso implique repetir lo mismo muchas veces. Llegó desde el día del terremoto y no se ha movido de ahí. "Estoy para cuidar a mi gente", dice al referirse a los voluntarios.
#AyudaHuffPostMx En Gabriel Mancera esq Eje 5 hay edificios derrumbados, se necesita gente que ayude pero en la madrugada pic.twitter.com/AlbMOUL2SB
— HuffPost México (@HuffPostMexico) 24 de septiembre de 2017
En esa misma esquina, las instalaciones de un restaurante Sonora Grill se han convertido en un comedor gratuito: hay comida caliente y bebidas para quien lo solicite. También hay quienes regalan tamales, cubrebocas, que ofrecen su casa para recargar teléfonos o hacer llamadas. En casas vecinas hay cartulinas de apoyo, ofreciendo sillas, comida, cobijas. Y del lado de Concepción Béstegui encuentras varias casas que han abierto sus cocheras para poner mesas y ofrecer comida y conexiones para recargar celulares.
Si no supieras que todos están ahí por una tragedia, pensarías que se trata de una fiesta comunitaria. Alrededor hay ánimo, compañerismo.
Y llega de todo: quienes se ofrecen como arquitectos o ingenieros, padres de familia y jóvenes de todas las edades que piden hacer lo que sea, hasta quienes sólo se acercan a mirar. Sí, la mayoría de los que entran a la zona cero son jóvenes menores de 30 años, muchos quizás de menos de 20, pero en las afueras ayuda gente de todas las edades.
Los rescates
La advertencia es clara: si te ofreces de voluntario para rescate, no podrás salir de la zona cero hasta después de 6 ó 7 horas de trabajo... quizás más. Y se trata de trabajo físico pesado: cargar escombros, ayudar a mover objetos, acarrear material y hacer todo lo que se pudiera necesitar. "Si crees que no aguantarás, mejor quédate afuera a ayudar en otra cosa", dice Ulises, quien porta casco y chaleco fosforecente en donde se ve una etiqueta con su nombre... Como todos los que están ahí.
El espíritu es seguir salvando gente: "si ven que no hay nadie van a traer maquinaria a quitar los escombros y todavía hay gente ahí atrapada", me dicen un par de voluntarios. Los elementos de Sedena me confirman que no llegarán máquinas, pero pocos lo creen, la mayoría insiste en entrar a ayudar. Son las 9 de la noche del sábado 23 de septiembre: todavía han pasado pocos días de la tragedia, aún se puede rescatar vida, insisten muchos.
Como llegan voluntarios de todas partes, algunos de colonias muy lejanas, se les recomienda que se vayan a descansar al deportivo de la delegación Benito Juárez, que está cerca, en donde hay colchonetas. "Después regresas, ya descansado, porque cuando los más los necesito es en la madrugada", les dice Ulises.
Montse y 'Cataleno' son algunos de ellos. Han ayudado en labores de rescate prácticamente desde que sucedió el terremoto; vienen de Santa Fe y aseguran que ya han visto de todo. No tienen más de 25 años.
¿Entrenamiento para ayudar? No, no hay tiempo. Ahí adentro te dirán qué puedes hacer.
Insisto: yo sí veo organización. Para entrar a la zona cero a las labores de rescate, los voluntarios deben formarse en la calle Heriberto Frías, previo registro y bajo la advertencia que pueden estar ahí de pie, en la calle, hasta 2 ó 3 horas antes de ser solicitados. Cuando están a punto de entrar se les pasa lista, se revisa que su brazo lleve sus datos personales y se les envía a la calle de Gabriel Mancera, por donde entran al área afectada. "Cuidado, les advierten, estás por entrar a la zona cero".
Todos obedecen las instrucciones. Nadie se queja. Hay quienes a punto de entrar no pueden disimular el miedo, otros más se muestran emocionados. Aquí no hay selfies.
Por favor ayúdenos a que lleguen más voluntarios, manden en redes sociales la foto de todo lo que necesitamos. La buena noticia es que seguimos encontrando gente con vida y no vamos a detenernos", me pide Ulises antes de retirarme.
Yo, al igual que muchos, sólo llevo donaciones y ayudo en la organización lo más que puedo. La norma es: si estás o te ves cansado, no entras a la zona cero...
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