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Miedo, dolor y alegría: así se vive una feroz batalla en Irak

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Un francotirador de las fuerzas iraquíes observa la ciudad de Mosul luego de que esta sufrió un bombardeo por parte de las coaliciones lideradas por Estados Unidos, que tenían como objetivo eliminar miembros del Estado Islámico. 9 de julio de 2017

He seguido durante nueve meses, prácticamente de principio a fin, la ofensiva de las fuerzas especiales iraquíes para retomar la ciudad de Mosul de los yihadistas del grupo Estado Islámico. He pasado semanas enteras en el frente con los soldados, en una atmósfera de muerte.

He sido testigo de masacres. Cuando volvía a casa a descansar, mi hija de dos años ni me reconocía ¿Por qué ponerse a prueba de esa forma?... Porque soy iraquí y pensé que era mi deber mostrar esta realidad.

La batalla de Mosul ha sido la más importante que he cubierto desde la caída de Sadam Husein, hace 14 años. Creo que marca el comienzo del fin del Estado Islámico (EI), ese movimiento de extremistas que llegó a controlar hasta dos tercios de Irak y a amenazar su capital, Bagdad.

Psicológicamente, ha sido un desgaste. He visto muchos muertos y ese olor me ha acompañado a todas partes, a veces durante varios días.

IRAQ-CONFLICT-MOSUL

Esa batalla fue particularmente brutal: los yihadistas se encontraron rodeados en una zona que controlaban desde hacía años y la presencia de civiles hizo que el enfrentamiento fuera aún más sangriento. Vi combatientes luchando en callejuelas, cuerpos de yihadistas yaciendo todavía equipados con cinturones de explosivos, cadáveres de civiles en descomposición...

Siempre he tratado de mostrar la condición humana y las emociones de las que he sido testigo, ya sea el terror de los civiles atrapados en medio de los combates, la determinación de las fuerzas iraquíes para liberar la ciudad o el temor de los soldados que combaten a los yihadistas por primera vez.

El miedo siempre está presente, es algo natural cuando uno se encuentra en el campo de la batalla. Los francotiradores estaban bien entrenados, eran altamente eficaces y parecían apuntar a los periodistas... y también existía, además, el peligro de los explosivos ocultos, disimulados en los caminos, en las casas, en los vehículos...

Siempre llevaba caramelos para los niños y, si podía, pasaba un tiempo con ellos.

En alguna ocasión imaginé que volvía a casa herido o muerto. Alguna vez en la ciudad antigua nos encontramos acorralados por los combatientes del EI durante 7 horas, tiempo suficiente para pensar que no saldríamos vivos. Y aunque, gracias a Dios, los refuerzos llegaron a tiempo, uno no puede evitar imaginar lo peor.

Llegamos a sentir también el miedo de los civiles huyendo de sus casas cuando se acercaban a las fuerzas iraquíes. Pobre gente, no habían visto soldados del gobierno desde hacía tres años y los miembros del EI, que les habían tratado cruelmente, les habían convencido de que los soldados les matarían y violarían a sus mujeres, por lo que tenían miedo de todo y de todos.

En estas condiciones, a veces dejaba de lado mi rol de periodista para tranquilizarles, para decirles que "gracias a Dios están vivos" y hablar un rato. Siempre llevaba caramelos para los niños y, si podía, pasaba un tiempo con ellos. Algunas de estas personas comenzaron entonces a contarme su vida bajo el yugo del Daesh (acrónimo árabe del Estado Islámico).

Guardo tantos episodios en mi memoria: los yazidi huyendo de la montaña de Sinjar, donde habían sido acorralados por los yihadistas, hombres y mujeres durmiendo a la intemperie en Dohuk, en el Kurdistán iraquí, una mujer dando a luz bajo un puente con su marido sosteniendo el suero con el brazo en alto... Cada vez que voy a un hospital recuerdo esta escena.

Cuando casi había terminado la batalla de Mosul, intenté mostrar lo que podía sentir un habitante cuando regresa a lo que queda de su ciudad y de su casa en ruinas, así que subí a hacer fotos a un lugar elevado que los combatientes del Daesh utilizaban como puesto de observación. Desde lo alto, la amplitud de la destrucción me sorprendió. Nunca había visto unos destrozos de ese nivel. La segunda ciudad de Irak, la más hermosa, era una montaña de escombros.

Por eso me hizo bien poder capturar la alegría de algunos rostros de civiles o combatientes. Para los primeros se trataba del final de la cruel ocupación del EI; para los segundos, la recompensa de una victoria duramente merecida.

Cuando la batalla terminó y la ciudad fue completamente liberada, experimenté sentimientos enfrentados: por una parte estaba feliz de poder pasar tiempo con mi familia después de haber estado haciendo misiones de más de un mes, entre las cuales apenas pasaba unos días con ellos. A veces, cuando volvía a casa entre dos viajes, mi hija no quería ni que la tomara en brazos y lloraba hasta refugiarse en los de su madre. Cada vez que volvía a irme de misión, mi familia quedaba triste y ansiosa. Han muerto tantos periodistas en este conflicto...

Pero por otra parte, también estaba triste de no poder celebrar esa victoria con todos los que había conocido. Mucha gente con la que había compartido momentos muy cercanos perdió la vida en esta batalla.

"Entre los militares tengo verdaderos amigos".

Mi trabajo depende de los buenos contactos que tengo en las fuerzas iraquíes. Trabajo con ellos desde hace tanto tiempo que hemos estrechado mucho los vínculos. Entre los militares tengo verdaderos amigos, algunos de muchos años, que han ido ganando galones y que dirigieron la batalla de Mosul, lo que me facilitó enormemente el trabajo.

Esto también me permitió mantenerme un poco al margen de los fotógrafos que mandó la AFP para contribuir a la cobertura del enfrentamiento, cada uno de los cuales tenía su estilo, su forma de trabajar y su manera de ver las cosas. Estar más cerca de los responsables de la batalla, en cierto modo, me ofreció una mayor libertad.

Cuando uno vive día y noche con los combatientes y pasa por los mismos momentos, desarrolla unos lazos muy profundos con ellos.

Aunque, a día de hoy, el EI ha sido expulsado de la parte esencial de Mosul, el grupo todavía cuenta con partidarios en la ciudad y en otras provincias iraquíes como Anbar, así que voy a seguir la batalla contra ellos y, cuando todo eso haya acabado, podré volver a trabajar haciendo una cobertura normal de la actualidad de mi país. O eso espero.

Sé que la batalla de Mosul no es más que un capítulo en la historia de Irak desde la caída de Sadam Husein en 2003. Un capítulo importante, pero que forma parte de una guerra más larga y más grande. A pesar del relativo fin de este enfrentamiento, me entristece pensar que esta guerra no ha terminado, que todavía va a tener algunos episodios más.

Este post fue publicado originalmente en AFP Focus y ha sido editado.

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.

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