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El importante papel del Papa Francisco en la búsqueda de la paz en Colombia

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Tras su visita a México y Cuba, en febrero de 2016, el Papa Francisco vuelve a pisar territorio latinoamericano.

Entre el 6 y el 10 de septiembre, la cabeza del catolicismo estará en Colombia para cumplir con un itinerario maratónico: Bogotá, capital política del país y sede del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam); Villavicencio, uno de los epicentros de la violencia guerrillera y paramilitar durante las últimas tres décadas; Medellín, foco de la formación de seminaristas, donde se llevó a cabo la histórica reunión de la Celam en 1968, presidida por Pablo VI; y Cartagena, territorio donde conviven la opulencia del turismo y la segunda pobreza monetaria del país (DNP), además de ser casa de San Pedro Claver, misionero jesuita que en la colonia se declaró "esclavo de los negros". A este viaje apostólico le seguirán en la región las visitas a Perú y Chile, en enero de 2018.

Según el Anuario Pontificio 2017, Colombia es el sexto país con mayor número de católicos en el mundo: 45,3 millones de fieles en una población de 49,4 millones de habitantes. Otros estudios son menos optimistas. Según el Pew Research Center, con sede en Washington, a mediados del siglo XX el 91% de los colombianos se declaraban católicos, porcentaje que para 2014 se convirtió en un 74%. Colombia es un Estado laico desde la Constitución de 1991, que en la obligación de garantizar la libertad de culto y conciencia ha registrado un crecimiento constante del pluralismo religioso y la secularización de la sociedad.

La agenda papal repite un repertorio político intenso. Así lo hizo en México, donde habló de migrantes, narcotráfico, indígenas, corrupción, pobreza, trabajadores, presos, entre otros asuntos; o en Cuba, donde se reunió con Fidel Castro y el patriarca de Moscú, abogó por el indulto a 3,500 presos y apoyó la distención de las relaciones bilaterales entre la isla y Estados Unidos. Pese a la variedad de los temas, el viaje a Colombia tiene una referencia irrefutable: la paz. Realidad que no lo hace menos político, ni menos sujeto a la polarización que vive el país.

No será una sorpresa que el presidente Santos busque sacar réditos de esta visita, ante índices crecientes de desaprobación a su gestión y pesimismo entre los ciudadanos.

El Papa Francisco fue un defensor de las negociaciones entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos. El pontífice no dejó de respaldar el "Sí" en el plebiscito del 2 de octubre de 2016 y vincular su posible visita a Colombia y con la refrendación del Acuerdo Final. "Yo prometo que cuando este acuerdo sea blindado por el plebiscito y sea reconocido internacionalmente, iré a Colombia para enseñar la paz", indicó el 26 de septiembre, a escasas semanas de los comicios: "Tengo que decir que el presidente Santos está arriesgando todo por la paz, pero hay otra parte que está arriesgando todo para continuar la guerra, y los que están con la guerra hieren el alma", confirmó en respaldo al mandatario.

Ante los resultados adversos del plebiscito por la paz, la postura del pontífice se integró al clima de extrema polarización. Un sector de católicos colombianos rechaza la intervención del Papa en la negociación con las FARC, no por respeto a la separación Iglesia-Estado, sino por no compartir la posición política del pontífice. En ocasiones se trata de una derecha católica que difiere de sus acciones de paz en Colombia, y que incluso entre el ala más radial ve en Jorge Mario Bergoglio un aliado del comunismo.

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COLOMBIA-PEACE/POLITICS

Ahora bien, la postura del Papa se une a una trayectoria ya larga de Iglesia institucional en asuntos de paz en el país. Una pastoral social orientada a las víctimas y la promoción de los derechos humanos, el establecimiento de organismos eclesiásticos dedicados a la construcción de paz y la intervención activa de obispos y clérigos como facilitadores de diálogos con los alzados en armas.

Pese a las diferencias internas de la jerarquía frente al tema, la Iglesia ha acompañado el proceso de dejación de armas de las FARC y ha hecho presencia en las zonas veredales donde se concentraron los desmovilizados. Ante la firma reciente de un cese al fuego bilateral entre la guerrilla del ELN y el gobierno nacional, por 102 días, serán la ONU y la Iglesia católica quienes servirán como verificadores, noticia que se produjo dos días antes del arribo de Francisco I a Bogotá.

Pese a la variedad de los temas, el viaje a Colombia tiene una referencia irrefutable: la paz.

El momento político redunda en la visita del pontífice. No será una sorpresa que el presidente Santos busque sacar réditos de esta visita, ante índices crecientes de desaprobación a su gestión (72% según encuesta Gallup) y pesimismo entre los ciudadanos (69% según Gallup). Si bien su investidura como Nobel de Paz le habilita internacionalmente para acentuar en ciertos temas, en el ámbito local requiere de matices y consensos mayores. Queda la duda si la polarización política se matizará con la intervención del Papa o si sus concepciones sobre temas como la paz con las guerrillas profundizarán divisiones.

De este viaje apostólico se esperan pronunciamientos sobre la corrupción, las víctimas, la pobreza extrema, el deterioro ambiental, los acuerdos con las FARC, la evolución de los diálogos con el ELN, el narcotráfico, incluso, de la situación de Venezuela. Es claro que el Papa es un líder global de primer orden, que trasciende el plano religioso, capaz de hablar con contundencia a los más poderosos y ser seguido por católicos y no católicos.

Su presencia en Colombia coincide con un momento histórico. Escucharle será un ejercicio de reflexión que convoque a los colombianos como sociedad, pero endosarle una agenda que desborde su capacidad de cambios efectivos y le adjudique misiones políticas, puede ser contraproducente para la visita misma y sus intentos de reconciliación nacional. Y aunque la elocuencia y perspicacia del pontífice son ya reconocidas, esperemos que las exageradas expectativas de algunos sectores no opaquen la profundidad de sus mensajes y buenas intenciones.

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.

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