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Un pequeño pero significativo triunfo sobre la homofobia en Uganda

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UGANDA-RIGHTS/

Mientras esperaba el taxi frente al Aeropuerto de Entebbe, pensaba con esperanza y expectación en las las actividades del Orgullo de Uganda 2017. Dentro de los días que vendrían, las personas LGBT de ese país podrían finalmente reunirse durante una serie de eventos que celebran el sentido de comunidad, la diversidad y el orgullo. Momentos como estos son raros en Uganda. Existen pocas oportunidades (si es que existen) para que las personas LGBT sientan la potencia de la acción común. El Orgullo es un combustible para los activistas que luchan contra viento y marea por sus derechos.

A medida que el taxi se acercaba, comencé a recibir un flujo insistente de notificaciones en mi celular. Isaac Mugisha, coordinador del Comité Organizador del Orgullo de Uganda, me estaba enviando mensajes desesperadamente para avisarme que la gala de apertura del evento, que comenzaría en apenas un par de horas, corría peligro.

Aunque las negociaciones con la policía referentes a la gala (un evento privado y solo para invitados) habían sido positivas, el Ministro de "Ética e Integridad" de Uganda, Simon Lokodo, había visitado el hotel Sheraton esa mañana y había presionado a este lugar para cancelar el evento. Luego, mandó a desplegar fuerzas policiales en el perímetro del hotel en una intimidante muestra de fuerza bruta.

El Orgullo es un combustible para los activistas que luchan contra viento y marea por sus derechos.

Apenas media hora después, Isaac me contó la devastadora noticia de que el Sheraton había cancelado la gala y que había declarado que no podrían proceder ante la oposición del ministro. A 300 invitados, entre ellos representantes diplomáticos de Estados Unidos y de la Unión Europea, le habían comunicado que la gala ya no se realizaría. Todo esto sucedía tan solo un par de horas antes del horario en el que el gran evento comenzaría.

Después de llegar al hotel fui a encontrarme con los activistas que trabajan en conjunto con All Out. Los ánimos estaban por el suelo: las amenazas de Lokodo, como no ha de sorprender a nadie, ahora también valían para los otros eventos organizados para esa semana, entre ellos la propia Marcha del Orgullo. Luego de meses de meticulosos preparativos y mucha expectación entre la comunidad, hubo una sensación de incredulidad que —una vez más— Lokodo negaría a los ciudadanos LGBT en Uganda el simple derecho de estar juntos.

Al día siguiente por la mañana tuve una reunión de emergencia con el Comité Organizador y el grupo de trabajo de seguridad del Orgullo. La atmósfera era tensa, y el hecho de que algunos de los presentes creyeran que agentes gubernamentales los habían seguido no aliviaba la tensión. El equipo analizó si era seguro intentar llevar a cabo una versión moderada de la programación original, o si sería necesario cancelar todos los eventos de la semana.

Si dejábamos que Lokodo nos intimidara, nos sentiríamos como si nos hubiéramos rendido, como si nos hubieran acallado y así fortalecido al ministro y su intolerancia.

Pude sentir la agonía que implicaba esta decisión en la sala de reuniones. Por un lado, seguir adelante y desafiar a Lokodo contemplaba el riesgo de causar el tipo de brutalidad, con arrestos y personas heridas y abusadas, que presencié en el Orgullo del año pasado. Por otro lado, si dejábamos que Lokodo nos intimidara, nos sentiríamos como si nos hubiéramos rendido, como si nos hubieran acallado y así fortalecido al ministro y su intolerancia.

Finalmente, elaboramos un plan para convocar a un grupo reducido de personas LGBT a un encuentro en un bar público esa tarde. Sin espacios reservados, sin discursos, sin programa político: simplemente un grupo de ciudadanos LGBT que se encontraban para beber unas copas. Sin embargo, tres horas después de haber decidido realizar este encuentro, Lokodo se enteró de nuestras intenciones y comenzó a amenazar, por mensaje de texto, con arrestos a nuestros activistas. Quienes ya estaban en el bar escaparon antes de que la policía llegara. Quienes se dirigían al lugar, volvieron a casa.

El hecho de que Lokodo se haya enterado tan rápidamente de nuestros planes era aterrador, y me hizo sentir en carne y hueso cómo es la vida en un sistema de control totalitario: o nuestros teléfonos habían sido intervenidos o había un informante entre nosotros. Ambas posibilidades eran igualmente escalofriantes.

Después de vernos obligados a cancelar el evento formal de la noche anterior, Lokodo metía el dedo en la llaga con crueldad. El ministro actuaba de forma ilegal. Estaba atropellando descaradamente el derecho de todos los ugandeses a la libertad de reunirse de forma pacífica garantizado en la constitución.

Es difícil transmitir la sensación de indignación justificada y rabia de la comunidad esa noche. Lokodo estaba intimidando y persiguiendo despiadadamente a ciudadanos respetuosos de las leyes. El gobierno estaba tratando a las personas LGBT como a un enemigo interno. Isaac resumió este sentir cuando declaró ante los medios: "Lo único que mi comunidad está pidiendo es que el gobierno y la ciudadanía nos traten con dignidad y respeto. No nos rendiremos hasta que lo logremos".

Isaac Mugisha, coordinator at Uganda Pride

El viernes debería haber sido el día en el que los participantes del Orgullo estarían en contacto con la comunidad. Dentro de las actividades había acciones de información y prevención del VIH, así como iniciativas de donación para los hospitales locales. Querían retribuir, con dignidad, a una sociedad que los excluye. Sin embargo, Lokodo les negó una vez más a las personas LGBT la oportunidad de realizar esta generosa iniciativa.

El domingo, la comunidad se despertó sabiendo que ese habría sido el momento de ponerse su mejor traje y prepararse para la Marcha del Orgullo. Debería haber sido la hora de sentir esos nervios y al mismo tiempo entusiasmo por una jornada valerosa, desafiante y feliz de activismo comunitario y celebración. Era el momento que todos habían estado esperando. En un gesto emotivo, alguien publicó una foto en Facebook del par de brillantes tacones azules que había estado esperando poder usar.

La noche del sábado, un pequeño grupo de personas LGBT pudo finalmente vencer a Lokodo en el juego del gato y del ratón que había estado jugando toda la semana. El equipo del genial proyecto Rainbow Riots logró organizar una fiesta pequeña, pero de una alegría desafiante. Era literalmente la primera vez en una semana que las personas LGBT tenían éxito en sus intentos de reunirse.

La seguridad era, lógicamente, muy estricta. Me dijeron que me iría a buscar un chofer que no sabía la dirección de la fiesta. Luego de recorrer algunas calles en coche, llegamos a un gran complejo de restaurantes chinos. El chofer llamó a alguien. Me fueron a buscar y me llevaron por un estacionamiento subterráneo hasta un pequeño salón de eventos. Mi corazón vibraba de alegría. ¡La atmósfera era muy alegre! Cada vez que alguien del hotel entraba al salón, fingíamos que estábamos celebrando el cumpleaños de alguno de los presentes. Sin embargo, lo que en realidad estábamos haciendo era cantar a gritos y bailar locamente las potentes e inspiradoras canciones de liberación y de protesta del álbum de Rainbow Riots.

Más tarde durante el evento, casi lloré de emoción cuando el Comité Organizador del Orgullo detuvo la fiesta para hacer entrega de un premio a All Out y sus miembros.

Los miembros de All Out de más de 50 países hicieron donaciones en dinero para que el Orgullo de Uganda 2017 sea posible. Fue una fantástica muestra de solidaridad mundial y acción comunitaria que definitivamente inspiró a los activistas locales. All Out continuará apoyando a nuestros hermanos y hermanas de la comunidad LGBT de aquí porque sabemos que, con la solidaridad mundial de la que gozan, finalmente vencerán.

Pueden prohibir las reuniones pacíficas, pueden acallar a quienes disienten, pueden usar la fuerza bruta para intimidar y reprimir a los otros. Sin embargo, nunca van a saciar las ansias de libertad, respeto y dignidad que son el alma misma del movimiento LGBT de Uganda. La lucha continúa.

* Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.

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