
Ni en su "viaje" más potente de mona, Francisco se imaginó que conocería al líder espiritual budista, el Dalai Lama. Acababa de fumarse un "porro" junto a su maestro de herrería para poder soportar el vértigo de estar a 34 metros de altura, cuando un helicóptero descendió cerca de la Gran Stupa Bön, en Valle de Bravo.
Francisco y su maestro no prestaron mayor atención, pues debían terminar algunos detalles de la cúpula; sin embargo, fueron interrumpidos porque uno de los pasajeros de la aeronave pidió saludar a quienes trabajaban desde las alturas.
"Tuve el gusto de conocer al Dalai Lama en un templo en Valle de Bravo. Hicimos su monasterio. Tienen uno en Torreón y otro en Valle, en éste lo conocimos. Nos gritaron para que nos acercáramos a donde acababa de llegar el helicóptero.
"Me saludó de mano el señor (Dalai Lama), y no a todos, nada más a mi maestro, a mí, al arquitecto y a uno que otro ingeniero. Le dio gusto convivir con nosotros", recuerda Francisco González Domínguez, de 40 años de edad, quien tiempo después de aquel memorable momento, terminó viviendo en situación de calle.
Sumido en la depresión causada por una ruptura amorosa y la muerte de su "jefecita", González Domínguez, originario de La Marquesa, Estado de México, emigró hace 7 años a Ciudad de México, donde no solo encontró "mucha maldad y maltrato" en los albergues, sino que a lo largo de su estancia en las calles sufrió la indiferencia y el desprecio de la gente.
***VIDEO ALBERGUE Cuando llegué al albergue me di cuenta que había mucho mal, mucho maltrato. No había respeto por la vida, había condiciones precarias. Al principio lo ves divertido, pero ya conforme la vas viviendo, vas diciendo: sí estoy aquí, pero no voy a estar mucho tiempo, quizá dos, tres años. Es el tiempo que yo pedía para poderme lograr. Ese fue el tiempo que pasé en albergue, casi tres, cuatro años.
La primera vez llegué al albergue del Carmen, es un albergue que está cerca de Tepito, ese albergue tenía muy poca capacidad. Éramos muchos, dormíamos hasta amontonados. La gente que llegaba se quedaba amontonada en la entrada porque no les daban chance de pasar. Entonces como no daban chance de entrar pedos (...) la banda se acurrucaba ahí, como perros, se dormían y aveces unos de lo pedo que llegaban nada más se tiraban... el montón de gente.
***Cuando tú salías los tenías que brincar a las 5:00 de la mañana para poder salir del albergue y todos se habían orinado o se habían hecho popó. Todo eso, son escenas fuertes que tu mente las va asimilando. Ya llega el momento en que para ti son normal, ya no te causan repugnancia, asco... es normal.
En un pequeño cuarto que renta por 40 pesos el día, cerca del metro Apatlaco, comparte con el HuffPost México que en el CAIS Coruña, donde vivió hasta 2015, era lo mismo y hasta peor. Explica que el trato por parte del personal es "denigrante" y que aunque cuentan con comida, baños, regaderas, y un lugar para dormir, la gente y el ambiente provocan mucho temor físico y espiritual.
"En el tiempo que yo estuve sí dejó mucho qué desear, es un tanto denigrante y las condiciones están precarias. Usas los baños a donde van los abuelos, discapacitados, toda la población, donde además, carecen de agua.
"Las regaderas no tienen manija. En lugar de eso, tienen un clavo atravesado o ya no hay regadera. la misma banda se la roba y la vende en las chácharas. Hay agua, pero no te la dan diario, o en la madrugada y el agua está helada. Es bajo tu propio riesgo si te bañas".
Describe que dentro del menú "comestible", hay frijoles, pollo, res, cerdo, salchicha, mortadela, verduras, té de jamaica y pan rezagado de la Espiga o la Esperanza, pero que muchas veces terminó enfermando del estómago, puesto que en ocasiones, los trozos de carne estaban demasiado gruesos y crudos. Ir al baño, también se había convertido en un verdadero suplicio.
**VIDEO Los baños, hay gente discapacitada... se tienen que rifar solos, muchas veces no llegan a los baños, entonces se hacen donde les alcance. El chiste es llegar al baño y donde puedan. Hay ciegos que se hacen al tanteo, o mutilados que no pueden subirse a las tazas y se hacen abajo. Es un relajo vivir en el albergue, te tienes que adaptar.
El aseo, no es que no lo hagan, pero lo hacen una vez al día. A las siete de la mañana. Si hay servicio, pero no te lo brindan como debería ser. Tú tienes que estar al pendiente para que te atiendan.
Las habitaciones son de lámina, las camas son literas. A mí me tocó vivir con los abuelos, muchos de ellos están bajo tratamiento.
Los abuelos también se tienen que rifar. Si su misma familia los va a aventar ahí porque no los quieren en su casa, se tienen que aguantar al trato que les dan ahí... un trato de animales, donde les avientan la comida. No hay un respeto por la calidad de vida.
Me tocó ver los últimos días de vida de un señor. Cómo lloraba, cómo imploraba porque lo atendieran, por el mismo dolor que tenía. Lloraba y gritaba... no dejaba dormir a la gente y nadie le hacía caso hasta que por fin murió. Estuvo así dos o tres días.
Eran gritos de desesperación de que nadie lo ayudaba, nadie lo apoyaba. Y así hasta que se cansaba el don de tanto gritar, patalear y terminaba durmiéndose del cansancio y al otro día igual hasta que un día dijimos: ya no se oye el don. No pues ya lo sacaron, ya se murió.
**A mí me tocó ver muchos muertos y es porque ya muchas personas saben que sus parientes están en etapa terminal y van y los avientan en el albergue para que ahí se mueran. Les sale más barato así el muertito, que tenerlo en casa.
Manual de supervivencia
En su intento por dejar de sentir depresión e inmensa soledad, Francisco se hizo adicto a las drogas y al alcohol, pero logró superarlos pronto ante su deseo de abandonar aquel estilo de vida en el que dice, se vuelve normal comer entre las heces y orines de los compañeros, los cuales piensan morir ahí, porque creen que ahí están bien.
Asegura que el servicio médico no es profesional y que lejos de ofrecer un seguimiento a cada paciente, tan solo se limitan en dar una pastilla para medio calmar el dolor, por lo que él se protegía como podía. Incluso, de las chinches y las cucarachas.
VIDEO **Por ejemplo, en el cuarto que me tocó, cada quien compraba su litro de veneno para la chinches y cucarachas. Cuando salíamos en la mañana le echábamos a nuestra cama, a nuestras cobijas. Eso hacía que nuestro cuarto estuviera más o menos limpio. Los abuelos también lavaban su ropa, cada uno tenía dos o tres prendas porque eso también atraía a los insectos.
El albergue cada mes o cada dos meses echaban insecticida para mantener la plaga de las chinches y cucarachas, echaban en todo el albergue, pero eso era todo lo que hacían de mantenimiento".
Yo llevaba tres vidas, la laboral, la de estudiante y la de indigente cuando llegaba al albergue y eso te daba bajón, es estresante porque vives pensando en cómo es el albergue: la gente te molesta, el trabajador social que te menosprecia y eso hace que salgas con rencor. Es un ambiente nocivo.
Tú vienes contento de la calle porque trabajaste, ganaste un dinerito y luego llegas al albergue y te enfrentas con que te quieren robar, te quieren golpear y tu felicidad se transforma en rencor y odio. Tienes que aprender a controlarte. Muchas veces te drogas y bebes para evadir esa realidad.
Por ejemplo, muchos vienen de provincia y decían que venían a hacer cosas, pero cuando ves, la depresión ya los agarró y ya se juntan con la banda que se droga y toma. Ya no podían vivir sin el alcohol, sin la droga y sus ilusiones ya solo se quedaron en eso.
VIDEO ** Mucha banda se ha quedado ahí, entonces no hay un apoyo que realmente los oriente, los apoye. Si eres de mente débil te gana el ambiente.
Molesto, describe que cuando se trataba de acudir con el psicólogo, muchos de los terapeutas evadían dar un servicio si el caso no les interesaba y lo primero que les cuestionaban era "¿cuántas piedras llevas? ¿Cuántas monas?", sin abordar antes los dolores emocionales y las causas que lo llevaron a estar en ese lugar, el cual asegura "es una cárcel, solo que en el albergue puedes salir".
¿Cómo no perder la cordura?
Lo que más lastimó a Francisco no fue el haber estado dos veces en prisión, sino el desprecio de la gente. Asevera que aún no puede comprender cómo es que alguien sea capaz de expresarse de ese modo, pero argumenta que nunca perdió la fe en que pronto saldría de su depresión y que encontraría la fortaleza y confianza que necesitaba para salir de ese abismo.
"El sentido de humanidad es más palpable cuando estás en la calle. Ver cómo a la gente la dejan morir, cómo mueren, cómo se autodestruyen y que a nadie le preocupa. Esa situación fue lo que me obligó también a quererme, valorarme...porque si yo hubiera seguido por donde estaba, ya no estuviera o lo estuviera tal vez peor de lo que estoy".
Por ello aprendió a sacar lo mejor de cada cosa. Reconoce que dentro del gobierno capitalino, también se prestan servicios para que quien lo desee, pueda concluir sus estudios. Ahora cuenta con la primaria, secundaria, algunos cursos de inglés, francés, fotografía y cocina. Ya solo espera juntar lo antes posible el dinero que necesita para poder sacar su certificado de preparatoria.
"El gobierno de la Ciudad de México te apoya con el acceso a becas, a bibliotecas, cursos, pero siempre y cuando que tú quieras quitar tus vicios, tus hábitos y volverte productivo".
Pese a lo que ha padecido, Francisco reflexiona que durante estos años, la vida le ha enseñado que el dar no empobrece y que lo más valioso no es el dinero, sino la paz interior.
**VIDEO El dar no empobrece, también tú tienes que valerte por ti mismo, a luchar por lo que quieres, porque no es lo mismo que te lo hereden a que te lo ganes y eso es bonito porque dices: Yo me hice mi casa, desde el primer tabique hasta el último y no es lo mismo a que digas que te la regaló tu jefe o tus suegros. Es una satisfacción enorme saber ganarte el dinero, compartirlo tus experiencias, venimos a este mundo, somos pasajeros y lo único que puedes dejar son tus consejos, tu sabiduría, la experiencia de vida que hayas dejado.
Cuando vi al Dalai Lama y le miré los ojos, y él me saludó, le vi mucha paz en sus ojos. Una paz que te transmitía nada más de verla y esa misma paz, se la llegué a ver a varios indigentes que estaban allí, acostados en un parque sin ninguna preocupación, sin ningún temor... Y esa paz fue lo que me llamó la atención, dije: cómo una persona tan espiritual tenga eso en diferentes niveles, se puede lograr sin necesidad de dinero, sin necesidad de abundancia... puedes encontrar esa paz que uno necesita para estar bien, en paz consigo mismo.
¡Qué transa, mi valedor!
Dejando atrás la más extrema soledad, la brutalidad de la calle y el "ser invisible para la gente", Francisco comenta entusiasmado que tiene la firme convicción de ser un gran chef bilingüe y abrir su propio restaurante. Anhela difundir el sazón heredado de su madre y ayudar a gente en situación de calle, como hicieron con él.
Desde hace 2 años, trabaja como vendedor de revistas en Mi Valedor, un proyecto que llegó a México hace 3 años como una herramienta de inclusión social para personas que viven en situación de calle o en exclusión laboral en CDMX.
En entrevista, Paula García, coordinadora de comunicación y textos en la revista, platica que el proyecto encabezado por María Portilla está basado en The Big Issue, la primera revista de la Red Internacional de Periódicos Callejeros (INSP), una organización que apoya a más de 100 publicaciones en 35 países.
Mi Valedor solo se vende en la delegación Cuauhtémoc, pero se tiene la intención de replicar el modelo en las otras delegaciones e incluso en otras entidades. Para ello, se han acercado al gobierno capitalino, sin embargo, solo se ha quedado "en veremos".
"La idea es expandir el proyecto a otros estados. Nosotros nos hemos acercado al gobierno, pero no ha prosperado. Solo se ha quedado en veremos, aunque ayudan con los permisos para que los valedores puedan vender en la delegación".
La revista que se publica cada 2 meses con contenido enfocado, principalmente, en el arte y fotografía chilangos, cuenta con al menos 17 patrocinadores, entre los que destacan Fundación Telmex, Levis, Fundación Cinépolis, Street Soccer México, Fundación Femsa, Ambulante, Time Out, Museo Tamayo, entre otros.
Los "valedores" apenas son auxiliados con 15 pesos, solo si venden la publicación.
Video completo: Los 4 mil olvidados
Reportaje especial:
1.#Los4milOlvidados: El inframundo en nuestras calles.
2. #Los4milOlvidados: Albergues, un botín de los políticos.
3. #Los4milOlvidados: En la soledad extrema.
4. #Los4milOlvidados: Desde las entrañas de un albergue de CDMX.
5. #Los4milOlvidados: Del Dalai Lama al infierno.
6. #Los4milOlvidados: Vancouver, la esperanza.
7. #Los4milOlvidados: Vivir sin techo.