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Roberto y Arturo, una pareja que vive positivo, pese al VIH

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El primer amor de Roberto lo contagió de VIH. Tenía 22 años.

Los rumores de que su pareja podía tener el virus, obligaron a que ambos se hicieran la prueba. Los dos estaban contagiados. No tardó mucho para que su relación de solo cinco meses terminara.

"'No puedo estar cargando con alguien que tiene VIH'", fue la frase con la que me terminó... Eso fue un rechazo para mí, entonces hablarlo con alguien me da miedo", confiesa Roberto a HuffPost, en un restaurante de CDMX.

Mientras espera su platillo, recuerda que el día que supo que era positivo consultó los resultados en línea, los cuales habían tardado dos semanas. Estaban esperando una prueba más de confirmación.

"Las dos salieron positivas. Estaba solo en casa cuando revisé lo resultados finales... no supe qué hacer, le marqué a quien era mi jefa en ese momento y ella me tranquilizó un momento. Fui a buscar a mi expareja, hablamos, me dijo que todo iba a estar bien".

El diseñador de modas que ahora tiene 27 años, asegura que tras terminar con su novio y acudir a Infectología se enfrentó a otros de los momentos más difíciles: confesarse con su familia, tener que evaluar a quién contarle y cuestionarse sobre la vida y su futuro.

Los doctores me decían: 'es que estás súper joven, eres muy niño'. Cuando estaba en Infectología esperando resultados, llegó un paciente que ya estaba en etapa de Sida... encamillado, muy delgado y muy mal, lo que me hizo pensar que yo algún día me podía ver así. Fue fuerte mi primer acercamiento.

Relata que al inicio de su primer tratamiento con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), le fueron recetados dos medicamentos: Truvada y Efavirenz; sin embargo, tuvo que ser sometido a un segundo régimen que le causó evidentes efectos físicos, que pudo superar gracias al apoyo de su familia.

"Eran semanas de estar como drogado. Me levantaba mareado, caliente, con náuseas, como que te alejaban y acercaban las cosas. Con el segundo era más feo, comenzaba a vomitar, me daba diarrea, me despertaban las náuseas, no podía dormir, con los ojos amarillos que a cada rato me preguntaban: '¿por qué tienes los ojos así?' Me tenía que estar inventando tratamientos o enfermedades".

Aunque muchas veces ha pensado en regresar el tiempo para evitar lo sucedido con su expareja, Roberto logró enamorarse de Arturo, un joven de 31 años, quien también terminó contagiándose de VIH.

La culpa

"A las personas que sabes que van a ser parte de tu vida es con quien compartes. A él le conté ya siendo mi pareja. Tal vez cometí un grave error al no decirle tan pronto, pero fue por miedo al rechazo, porque ya lo había vivido", comparte Roberto al señalar a Arturo, con quien sostiene una relación formal desde hace más de dos años.

Arturo menciona a HuffPost que aunque la confesión de Roberto le causó miedo, su primera reacción fue preocuparse por la salud de su pareja y porque éste siguiera un tratamiento adecuado.

"Esa misma noche que me dijo fue un: 'me tengo que checar', porque sabía que ya había estado con él durante un tiempo considerable y sabía que yo también podía estar en el mismo caso. Sin embargo fue apoyo total y absoluto, yo nunca pensé en reprocharle o reclamarle, solo quería saber que estuviera bien".

En 2015, tras más de un año de vivir juntos y acostumbrado a "una enfermedad 7/24", Arturo fue diagnosticado positivo.

"La vez que fui a hacerme la última prueba, obviamente todo fue distinto. Me pasaron a otra oficina y me cuestionaron sobre si había estado con alguna persona infectada o algún contacto de riesgo. Seguramente ya lo estaba asimilando a lo largo de estos años, porque ya sabía a lo que me estaba enfrentado. En ese momento fue estar ido, disperso de la realidad. Fue de no pensar en nada, no ver nada claro, ser un zombi".

El miedo nuevamente se apoderó del mercadólogo; sin embargo, defiende su decisión, pues dice que él nunca vio diferente a Roberto.

"Para mí el hecho de estar con él representa un amor puro que va más allá de que él esté infectado. Jamás lo vi así y todas las veces que estuve con él, todo eso se me olvidaba, entonces la responsabilidad era mía. Creo que él cumplió con el hecho de decirme la condición en la que se encontraba y era más mi responsabilidad el haber hecho por yo estar bien".

Sin embargo, Roberto no piensa lo mismo.

Siento culpa. En primera, porque me tardé en decirle y dos, aunque fue una decisión de los dos no protegernos, sé que pude haber insistido más en ese tema... de protegernos. Sigo sintiendo culpa.

Vivir positivos

Roberto y Arturo salieron imperceptibles en sus últimos estudios. Ahora forman una familia junto a Leopoldo y Camilo, sus dos perros afganos. Subrayan que sus vidas no han cambiado. Han logrado el apoyo incondicional de sus amigos más cercanos y de otros que también son seropositivos.

"El hecho de que tengas esto no es garantía de nada, porque te pueden atropellar al otro día y quedas. Toda esa fuerza me la dio y sirvió bastante, no cambiamos rutinas, formas de ser, de pensar, en absolutamente nada", sentencia Arturo.

"Al principio era: 'chin, me voy a morir', pero luego aprendes que es más fácil vivir con VIH que cáncer o diabetes, eso me da aliento y seguridad de saber que voy a estar bien. Sé que voy a hacer mis planes, que es más fácil que me muera atropellado que de VIH", añade Roberto.

Un país que siente culpa por ejercer su sexualidad

Luis Adrián Quiroz, coordinador general de la organización de Derechohabientes Viviendo con VIH/Sida del IMSS, asegura que para empezar a hablar del problema del virus, es necesario reconocer que en México no se habla de sexualidad por culpa.

Agrega que al vivir en una sociedad religiosa se evita hablar con libertad del tema, lo cual obstaculiza poder ejercer una vida sexual plena y saludable.

El tema del VIH es una cuestión de cultura, donde el uso de la sexualidad es culposo. Hemos sido educados en valores cristianos, que el hecho de ejercer la vida sexual plenamente está truncado por la culpa. Sí, es un tema de educación, sí, es un tema donde no hemos acabado de cerrar este círculo de educación y salud. Nos sigue costando trabajo hablar de sexualidad, desde nuestros propios entornos.

En entrevista con este medio menciona que el miedo al VIH ya no existe y muchos adolescentes sostienen relaciones sexuales sin protección, ante la falta de una educación sexual.

"Por ejemplo, ¿qué pasaría si como una estrategia de prevención, desde mi propio entorno familiar, puedo garantizar que estén disponibles los condones para cuando los vayan a utilizar? Y no es decir: 'quiero promover que todo mundo tenga relaciones sexuales', sino cuando las tengas las tengas de una manera mucho más protegida".

Recalca que muchas de las familias ni siquiera son capaces de hablar de sexualidad con sus hijos, lo cual comienza a generar una cadena de desinformación que solo expone a otros enfermedades de transmisión sexual.

"Hay una cadena de desinformación, una cadena de culpa, entonces tú no generas confianza en tu entorno y no generas familia, es más, la desarticulas con la desinformación; desarticulas porque cuando sale alguien infectado de VIH u otra enfermedad de transmisión sexual es otra vez culpa, porque te atreviste a ejercer tu sexualidad y seguramente eres gay, en el caso de los hombres, o porque seguramente te estás alquilando porque eres un promiscuo y te vas a ir al infierno. Seguimos generando culpa por la desinformación".

En cuanto al gobierno, el experto considera que se están perdiendo grandes oportunidades para hacer campañas robustas, pues la reforma educativa no incluye el tema de sexualidad, "porque a este sexenio tampoco le ha importado hablar de este tema".

Destaca que existe un alarmante incremento de mortalidad entre jóvenes ante una detección tardía, pese a que se cuenta con mayor acceso a medicamentos.

"El virus nos ha ganado", concluye.

De acuerdo al reciente informe del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el Sida (Censida), durante el primer semestre de 2017, México registró 3 mil 260 diagnósticos de VIH y 2 mil 338 de Sida, con lo que suman un total nacional de 144 mil casos.

El reporte también indica que un aproximado de 12 mil personas se infectan al año en el país, esto es 33 personas cada día. Además, existen 76 mil que están contagiadas y no lo saben.


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