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Eres feminista, aunque no lo sepas

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Hispanic Girl Holding Books In Classroom And Smiling

Nunca olvidas lo que aprendes. Lo que equivale a decir que todo aprendizaje te cambia, para bien o para mal. Dicho así, la frase tiene algo de tópico y hasta de romántico, pero en realidad se trata de un proceso de toma de conciencia que transforma la forma como percibes el mundo que te rodea e incluso, a ti mismo.

Por ese motivo, suelo decir que la primera vez que supe era feminista fue cuando una maestra de la escuela me llamó "machorra" porque insistí en preguntarle el motivo por el cual que había cosas para "niñas" y para "niños". La mujer pareció impacientarse e insistió que una "niña de bien" no discute esas cosas. Las acepta.

—Entonces yo no soy una de esas niñas  — recuerdo que le grité —  yo quiero saber por qué las cosas pasan así. Y no me gustan que pasen así.

Por supuesto, a la maestra no le gustó nada ni el grito ni la actitud y terminé castigada por semanas. Pero con todo, recuerdo con enorme claridad que me sentí especialmente bien por haber dejado claro lo que pensaba. Me gustó la sensación de poder que me hizo sentir. Y pensé que era algo muy bueno decir las cosas en voz alta.

Así que años después, cuando un desconocido me llamó puta por mi afición a las faldas cortas o cuando alguien me dijo que no podía aspirar a determinado puesto en el consejo estudiantil porque era una muchacha, supe que debía hacer. Supe qué responder y cómo enfrentarme. Supe que podía no solo defenderme, sino que además debía hacerlo. Y que eso era una forma de manifestar mis ideas. Una manera de construir mi forma de ver el mundo.

Hablar sobre un movimiento social estructurado de mujeres para mujeres, no siempre es fácil. Sobre todo para una cultura que todavía se pregunta por qué diablos las mujeres decidieron reclamar si todo estaba tan bien.

Sin duda podría decir que a los diez años hice mi primera proclama feminista. O al menos, así podría interpretarse. Cuando se lo cuento a uno de mis amigos, suelta una carcajada. Una muy maliciosa.

—Lo que ocurre es que el feminismo no es una idea simpática. Se enfrenta a tantas cosas a la vez, que es obvio y notorio que tropezará con alguna que se considere sagrada y sobre todo, de esas que la sociedad considera inamovible  — me explica —  una mujer que asume desea reclamar derechos y responsabilidades, se va a encontrar con que se enfrentará a la educación que le dieron en casa, con la cultura que le rodea e incluso con la religión que profesa la mayoría, no es sencillo.

La idea del feminismo se suele resumir en un enfrentamiento directo con lo masculino, aunque no tiene por qué serlo y de hecho, la mayoría de las veces no lo es. Pero hablar sobre un movimiento social estructurado de mujeres para mujeres, no siempre es fácil. Sobre todo para una cultura que todavía se pregunta por qué diablos las mujeres decidieron reclamar si todo estaba tan bien.

De manera que cuando decides defender tus derechos, te conviertes en un paria circunstancial. En un elemento incómodo en medio de la noción sobre lo que la cultura espera que seas. Me ha ocurrido desde pequeña: soy respondona y malcriada por naturaleza y eso, combinado con una idea política, puede resultar realmente irritante y fastidioso. Y admito que lo soy.

Cuando decides defender tus derechos, te conviertes en un paria circunstancial.

Me gusta debatir los planteamientos, desmenuzarlos en palabras y reflexiones. Pero sobre todo, me interesa la idea de integrar toda una serie de ideas sobre los derechos generales  — más allá de la mujer y lo femenino —  y asumir su valor. Porque aunque en nuestra época la mujer tiene muchos más derechos de lo que jamás tuvo en su historia, aún la desigualdad es patente, evidente y en ocasiones, dolorosa.

¿Quién no ha tenido que enfrentar esa percepción vaga pero insistente sobre la debilidad de la mujer? ¿Quién no se ha tenido que enfrentar a los prejuicios y la discriminación de una sociedad machista? La reacción es inmediata y quizás no demasiado consciente: defendemos nuestros derechos porque deseamos hacerlo, porque es un impulso intelectual inevitable hacia a injusticia.

Y eso es justamente lo que celebra el feminismo. Esa noción de comprender que puedes  — debes — levantar la voz para defender tu lugar como individuo en una sociedad obsesionada con el comportamiento de la mujer. Claro está, no son conceptos sencillos. Ni lo serán. Tampoco son simples de asumir desde la perspectiva del "feminismo es esto y lo otro". Pero están, para ser analizados, para ser concebidos como percepciones ideales sobre lo que la sociedad puede ser. Después de todo, parafraseando a mi amada Simone De Beauvoir, uno no nace feminista. Se hace feminista.

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.

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