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La candidatura de Meade: una forma de dar continuidad al proyecto salinista de los noventa

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José Antonio Meade y Enrique Peña Nieto, el 27 de noviembre de 2017 en Los Pinos.

El 27 de noviembre por la mañana, el presidente Enrique Peña Nieto anunció cambios en su gabinete, con el fin de cumplir con los tiempos electorales y de esa manera dejar a José Antonio Meade como único precandidato presidencial por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

A pesar de la variedad de personajes que se mencionaban semanas atrás para ser abanderados al Ejecutivo Federal por parte del PRI, el partido y su militancia parece haberse disciplinado ante la decisión de Enrique Peña, tal como lo hacía en el siglo XX, ya que hasta el momento no hay muestras de disgusto público por ninguna persona o grupo hacia el que será el candidato oficial. No solo no hay descontento, sino que los comentarios hasta ahora son los de trabajo en equipo, unidad y continuar con un proyecto de nación.

Esa disciplina priista de cohesión en el siglo XX era fundamental para dar la impresión de unidad ante los electores y de continuidad o no a un proyecto ante el resto del mundo. Quizá los dos mejores ejemplos de lo mencionado en este párrafo sean el caso cardenista y de Miguel de la Madrid.

Esa disciplina priista de cohesión en el siglo XX era fundamental para dar la impresión de unidad ante los electores y de continuidad o no a un proyecto ante el resto del mundo.

En la sucesión presidencial de 1940, para Lázaro Cárdenas el favorito era Francisco José Múgica, pero la idea de una radicalización de un modelo social no era conveniente al tener como vecino a Estados Unidos y tener fresca la expropiación petrolera, por lo que la decisión fue proponer a Manuel Ávila Camacho, quien podía conciliar intereses económicos y políticos dentro y fuera del país. En lo público, la decisión fue acatada por Múgica.

El otro ejemplo recae en la década de los ochenta, cuando Miguel de la Madrid debe escoger entre proponer al PRI un candidato con una fuerte formación técnica, o seguir en la ruta de abogados y figuras que alguna vez hayan ganado un proceso de elección popular. Su decisión fue la de dar paso a un grupo de técnicos que pudieran imprimirle al país una mayor integración comercial a México con el mundo, lo que llevó a Carlos Salinas de Gortari a ser el elegido. El resto de aspirantes presidenciales se sumaron a la campaña electoral de 1988.

Una vez instalado Carlos Salinas y ejerciendo su derecho a elegir sucesor, él no pudo presumir de la misma disciplina que sus antecesores gozaron, pues Manuel Camacho Solís mostró un abierto descontento que, sumado a la muerte de Luis Donaldo Colosio, significó en no poder continuar con el proyecto integrador comercial con Estados Unidos y Canadá que el presidente en esos años tenía en mente.

Lee también: Carlos Salinas celebra la postulación de José Antonio Meade

Acabada esa alternancia, el sexenio de Enrique Peña pudo retomar el camino iniciado en la década de los noventa con reformas estructurales como la laboral y educativa, necesarias para poder cumplir así con las exigencias que las firmas involucradas en el Tratado de Comercio Libre tenían desde años atrás. A pesar de que las reformas estructurales son necesarias para todo proceso de integración al interior de un bloque económico, no son suficientes, sumado a la limitante del tiempo para poder concluir con el proyecto.

La decisión fue la de proponer personajes de perfil técnico, con el fin de dar continuidad a un proyecto que el mismo PRI dejó trunco en 1994.

La actualidad mexicana de tener ya reformas estructurales y estar en la mesa de negociación con Estados Unidos y Canadá para actualizar las formas de comerciar entre ellos, puso en la mente de Enrique Peña el tomar la decisión de elegir a un colaborador cercano, pero con poca experiencia técnica en lo comercial (Aurelio Nuño, Osorio Chong) o dar la candidatura a alguien respetado por Estados Unidos y que puede dar fluidez a las negociaciones entre los tres países de América del Norte, una vez que se sepa ganador de la contienda de 2018.

Al final la decisión fue la de proponer personajes de perfil técnico, con el fin de dar continuidad a un proyecto que el mismo PRI dejó trunco en 1994.

Ese proyecto comercial trunco puede ser cuestionado dados los resultados sociales vistos hasta el momento, pero no debemos perder de vista que el PRI en estos seis años se reorganizó para recuperar hábitos del siglo pasado, los cuales recaen en la disciplina, no perder gubernaturas clave y dar continuidad a un proyecto hasta que alcance su tope y después caiga en el agotamiento. Tal como ocurrió cuando México era una nación cerrada al comercio y se decidió abrirla al mundo de un momento a otro.

Hoy el PRI reorganizado busca reproducir esquemas del siglo XX y esos mismos esquemas que ya se han mencionado aquí justifican le elección de José Antonio Meade como candidato presidencial por parte de ese partido.

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.


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