Mi hermano Kent es año y medio mayor que yo. Tenemos el mismo sentido del humor, así que nos divertíamos mucho cuando éramos niños, ¡pero él también me molestaba! De pronto se escondía de mí, brincaba hacia donde yo estaba y me asustaba. En mis recuerdos, eso pasaba todos los días, varias veces (aunque probablemente no era del todo así), y cada vez, yo lloraba y salía huyendo.
Eran esos tiempos en los que solo tenías un televisor y esperabas el día en que se transmitía tu programa semanal favorito. Yo estaba en el sofá, porque Man from U.N.C.L.E. estaba a punto de empezar e iba a poder verlo. Y mi hermano llega y cambia el canal, solo porque podía.
Me advierte: "Te puedo pegar o te marchas... pero no vas a ver tu programa".
Cuando yo tenía 14 años estaba leyendo un cómic en la cocina y de pronto aparecieron mi hermano Kent y su amigo Jimmy. Jimmy se paró por un momento y hablamos de algo de la sección de cómics del periódico, nos reímos juntos.
Cuando salían Jimmy le comenta a mi hermano: "¿Sabes algo Kent? Tu hermana es chida".
Y mi hermano dice: "¿Qué?"
Él le responde: "No, de verdad. Ella es chida". Y esa fue la última vez que mi hermano y yo peleamos, y así hasta hoy.
Nos cuidamos mutuamente, somos súper cercanos; todo es maravilloso.
Pero dos años después de eso, yo tenía 16 años y se había estrenado El Exorcista. Yo había leído el libro un año antes. Y una noche, estando en casa y preparándome para irme a dormir, usando esos pijamas (no sé si haya gente que todavía los tenga) ¿los que son como bombachos con un camisón encima? Bueno, en un momento mi hermano entra a mi recámara.
Me dice: "Juro por Dios que si le dices algo de esto a alguien, te mato..."
Yo espero.
Y continúa: "Esta noche vimos El Exorcista y me estoy cagando del miedo. No voy a dormir en mi cuarto, me quedaré en tu otra cama".
En ese momento entendí todo.
Ahora, otra parte de esta historia es que padezco de dermografismo. Esto significa que tienes mucha histamina en tu cuerpo, y prácticamente puedes escribir sobre tu cuerpo. Así que podrías tomar un palillo de dientes y hacer un estampado cachemir y aparecería tres minutos más tarde como un moretón rojo brillante, muy bien definido, en la piel.
Regresando a esa noche, le digo: "Ok, como quieras, pero me voy a dormir".
Las dos camas en mi recámara eran perpendiculares una a la otra.
Apagamos la luz, esperé un par de minutos. Tenía un pasador del pelo junto a mi cama. Me levanté el camisón y me escribí "¡AYÚDAME!" sobre la barriga.
Esperé tres o cuatro minutos más en la oscuridad. Podía escuchar su respiración bastante constante, y entonces empecé a hacer sonidos guturales, de poseída.
¿Recuerdas el sonido de un mayate rebotando entre la pantalla de la tv, la pared y un foco? Ese fue el sonido que él hizo al agitarse en la oscuridad de mi cuarto tratando de encontrar el interruptor de la luz. Se golpea contra con mi escritorio, de nuevo contra otra pared y finalmente prende la luz y dice: "¡No te pases! ¡Esto no es divertido!"
Le dije: "Kent, no sé qué está mal. Todo se siente tan extraño. ¡No sé qué me está pasando!"
Se me queda mirando, me levanto el camisón para mostrarle el estómago. Y ahí, sobre mi piel, estaban las letras en relieve: "¡AYÚDAME!"
Miro su cara y está blanco como un fantasma.
Tengo 58 años de edad y este ha sido como el mejor momento de mi vida al día de hoy.
Finalmente le dije: "En estos últimos dos años hemos sido maravillosos. Pero por los primeros 14 años... ¿estamos a mano?"
Y lo estuvimos. Y lo estuvimos para siempre.
Esta historia fue tomada de The Moth para una edición especial de la serie de blogs Life Less Ordinary, de HuffPost Reino Unido. Puedes comprar el libro aquí y escuchar aquí a Lynn contando su historia.
Este blog se publicó originalmente en HuffPost Reino Unido y fue traducido y editado.
*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.