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Pastillas de madurez, ¿alguien vende?

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Alguna vez una terapeuta me dijo que las cualidades que yo admiraba en las demás personas las podía también desarrollar. "Si las puedes ver, las puedes aprender", me dijo. Yo hablaba de una amiga que era simpatiquísima para hablar, pero en este post me quiero referir a las personas maduras, ante quienes me quito el sombrero, básicamente porque yo no me considero una de ellas.

Personalmente, por alguna extraña razón, me ha costado mucho madurar. Quizá porque los golpes de la vida han estado leves (considerando los de otras personas), quizá por mi educación protectora (aunque a mí misma me he vendido otra idea completamente distinta), quizá por la alegría y espontaneidad que me caracterizan (y que me han funcionado y sacado a flote en tantísimas ocasiones). La cosa es que no actúo conforme a la edad que tengo, lo cual está bien... pero no tanto.

Cuando salí de la universidad, me di el verano para descansar. En septiembre busqué trabajo y en junio anuncié –con tremenda jocosidad– que me iba a Europa mes y medio. Con ojos de plato, mi jefe me dijo que de ninguna manera, que podíamos negociar 21 días sin goce de sueldo, pero que no había forma de que me ausentara todo el verano, "a menos que renunciara". "¡Ah, ok! Entonces renuncio", le contesté. Y me fui feliz.

Lo mejor –o peor, como se quiera ver– fue que mis papás no me dijeron nada, si acaso me felicitaron por mi viaje.

¿Serán mi nuevo novio y mi trabajo actual la oportunidad que la vida me da para madurar y dejar el rol de "la hija de papi" que tanto he gozado?

Tres veces más hice lo mismo con tres diferentes trabajos. Los encontraba en septiembre y renunciaba en junio "porque #summertime". Para mí, los seis días que daba la ley eran entre una broma y una mentada, algo irreal. En mi mente se escuchaba una grabación que iba más o menos así: "Yo vacaciono cuando quiero porque, como bien dice mi papá, yo no necesito trabajar ("porque él me da más dinero de lo que usted me paga en esta empresa", básicamente).

Hasta que entré al periódico Reforma. Llegado junio, me preguntó mi papá cuál sería mi destino para ese verano. Extrañada le contesté: "Fíjate que este trabajo sí me gusta, igual y no salgo y me acomodo a los ocho días que me dan". "¡Ah, muy bien!", me respondió mi papá. Y listo. Así pasaron tres felices y sufridos años, que yo considero como mi iniciación real al mundo laboral. Le padecí pero le maduré (poquito, al menos).

via GIPHY

No estás para saberlo pero yo sí para contarlo: mi vida sentimental ha sido casi igual. Si algo de la otra persona no me gusta, no me late, no me raya, no me fascina, ¡bye! Después de todo "yo no dependo de nadie" (más que de mi papá), "no necesito a nadie" (más que a todo el mundo, porque la soledad es canija) y "las mujeres no necesitamos casarnos para realizarnos y ser felices" (historia que me compré pasados los 30 porque "no me quedó de otra", según yo).

La cuestión es que voy por la vida con un letrero de "Yo no tengo que nada" –como dice Odín Dupeyrón en su obra A vivir– e insisto, está bien, pero quizá he exagerado. ¿Por qué lo intuyo? Porque siendo crudamente honestos, no estoy donde me gustaría estar. O mejor dicho, a veces pienso que podría estar mejor, que podría dar más, que la película de mi vida podría ser diferente "si tan solo..."; pero como "yo no tengo que nada", pues no pasa.

Que conste que claro que le he sufrido en la vida –ceeeero ha sido todo miel sobre hojuelas– y tampoco es que soy la persona más irresponsable del planeta... tampoco (tengo un prestigio que cuidar), pero a mis 36 estoy en un momento súper importante, en el que considero que:

1) O sigo con mi slogan de valemadrismo y me atengo a las consecuencias

2) O le echo coco y compromiso a las situaciones, y quizá, solo quizá, logre una transformación tan increíble que hasta a mí me sorprenda (para bien, obvio).

¿Duele?, sí. ¿Me incomoda?, ¡cañón! ¿Quiero llorar el 90% del tiempo? Por supuesto. ¿Me raya el cambio? Para nada. ¿Me ultra motiva la incertidumbre? #nooot. ¿Pero ES lo mejor, es PARA mejor? ¡Esa es la pregunta! ¿Serán mi nuevo novio y mi trabajo actual la oportunidad que la vida me da para madurar y dejar el rol de "la hija de papi" que tanto he gozado? ¿Será este el chance que tengo de neta convertirme en una mujer independiente y madura sin dejar de ser espontánea y alegre? (hasta donde sé no está peleado lo uno con lo otro, ¿o sí?).

¿Será que me animo a dejar de ser la #dramaqueen que tan bien sé interpretar y me doy una oportunidad de imitar a las personas que más admiro? Maduras, inteligentes, resilientes.

Cabe mencionar que todo esto se da en el margen del primer infarto de mi papá; mi roca, mi base, mi puerto seguro, el cojín más grande que Dios me dio, sobre el que reposo cada vez que me caigo. Lo único que atinaba a pensar el sábado era: "Si se muere, me muero". Pero todos sabemos que eso no es verdad (a menos que me mate, lo cual prometo no hacer).

¿Será el reto de madurar otra señal de la vida para dejar de ser "la hija de papi" de manera proactiva –y no literal–? ¿Porque sí dije que si a mi papá le pasa algo, me muero, verdad?

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.


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