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Brecha generacional o ¡daaah mamaaaaá!

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Esta generación, la iGen o generación Z, es la primera que realmente NO conoció el mundo antes de la era digital.

Cuando uno es generación X y ha pasado su infancia leyendo libros y revistas de papel, siendo el control remoto de la tele —¡Piliiii cámbiale al 4!—, jugando en la calle, y viviendo bajo la dictadura del canal 5 y su tío Gamboín, es muy difícil entender la relación que tienen las generaciones posteriores con el mundo, con la tecnología y con el conocimiento. Y cuando uno lo vive en carne propia, porque su hijito —de 12 años— pertenece a la iGen, la cosa se pone mucho peor.

Manolete, como le llamamos al muchachito en ciernes, me levanta constantemente los ojos cuando yo presento cualquier dificultad, obstáculo o contratiempo que tenga que ver con lo tecnológico o lo digital, cosas que él maneja a las mil maravillas. Dado el caso, el otro día encontró por casualidad y en un rincón escondido de la casa un mi viejo iPod con su respectiva bocina y me preguntó:

—Ma, ¿qué es esto?

—¿Cómo que qué es esto? Pues un iPod.

—Pero no es como el que yo tenía —él tenía un iPod touch.

—No, Manolo, este es anterior, mucho más viejo que el tuyo. Este lo compré en 2005, el mismo año en que tú naciste y el tuyo es ya de 2013.

—Y, ¿cómo se usa?

—Pues mira, como no tiene pantalla touch, lo que tienes que hacer es darle vuelta a este pequeño círculo hasta encontrar lo que buscas dentro de cada menú, y de hecho hay menús dentro de los menús. Es decir, si escoges el menú de música, pues ahí está a su vez el menú de canciones, de listas de reproducción, de artistas, etcétera, y de ahí ya escoges uno, y ya ves los que hay...

—¡Ay ma, qué antiguo!

[¡Qué antiguo! ¡Qué antiguoooooo! Pensé furiosa, si fue el iPod una súpernovedad, si el primero que hubo yo me lo llevaba a correr y hasta le jodí el disco duro, si yo tuve que usar una pluma Bic para enredar la cinta de mis cassettes a punto de romperse y a mí me regañaba mi papá si rayaba un LP]

—¡No es antiguo, niño, solo es diferente —le dije— dámelo que me lo vas a descomponer y tengo mil joyitas musicales en él.

Me lo regresó muy quitado de la pena, y volvió a su iPhone, a su Mac, a su Spotify a su Deezer.

Es aquí donde la puerca tuerce el rabo, porque ahora sí realmente estamos frente a una brecha generacional, ya que a su vez mi hijita de 11 años no pudo usar —ni siquiera concebir cómo se usaba, porque pinchaba, empujaba y jalaba pero nunca se le ocurrió girar— el teléfono de disco que mi mamá todavía conserva en su casa como una reliquia.

Y es que esta generación, la iGen o generación Z, es la primera que realmente NO conoció el mundo antes de la era digital. Ha pasado toda su existencia en el Internet y ha nacido durante el surgimiento de los smartphones, que han cambiado el modo en que nos comunicamos, nos informamos, nos relacionamos y pasamos el tiempo todos los seres humanos —y sobre todo ellos— ya que no conocen otra realidad. Piensan y están seguros que todo lo que deben saber, leer, escuchar, ver o conocer está en la Web, específicamente en Google, o en YouTube. Y por eso pasan la mayor parte de su vida inmersos en las redes y en los chats, que de alguna manera suplen sus interacciones reales con amigos, familia y otros miembros de su generación.

Pero no es solamente el uso de la tecnología lo que los hace diferentes a nosotros, también es distinta la forma en que piensan y actúan. Carecen de tabúes y valores ancestrales: los gays son parte de su entorno, buscan cosas muy diversas para «realizarse» en su futuro, sobre todo el tema económico, ya que piensan que el dinero es virtual. Tampoco hablan de casarse, y viven el día a día sin pensar sin el futuro.

Por eso son tan diferentes a nosotros sus padres —la generación X— que fue a la que le tocó vivir la Guerra Fría y el advenimiento de la tecnología. Por ejemplo, yo me acuerdo de qué manera me asombré cuando mi mamá me dijo que había ido a cenar a casa del tío Héctor y me dijo:

—Tu tío tiene una máquina con un cassette enorme que puede grabar los programas de la tele y nos puso uno de Verónica Castro.

—¡No maaaaa, qué increíble! ¡No lo puedo creer y verlos cuando quieras, qué padrísimo!

La videocasetera para mí fue algo grande y mi hijo en cambio me dice que mi iPod es antiguo —y lo es en relación a mi iPhone—. Pinche escuincle que se vaya a freír espárragos... bueno, o mejor no, porque él es el futuro y a dónde vaya su generación irá la mía.

¡Ay Nanita!

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.


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