Estremecidos
El destino no juega bromas. Por más improbable que parezca, la tierra se volvió a mover en el centro del país exactamente 32 años después. Ahora los celulares suenan y la información llega de manera inmediata para quienes, afortunadamente, estuvimos en un lugar seguro. Videos y fotografías muestran un posible escenario catastrófico. Desde lo alto de una torre, humo y polvaredas por aquí y por allá en la cuadrícula urbana. Xochimilco parece el Océano Pacífico. Municipios de Puebla y poblados de Morelos derruidos. Más edificios colapsados. Se suspenden labores hasta nuevo aviso. Vayan a buscar a los suyos.
Las calles de la ciudad como en estado de excepción. Cientos, miles de personas tenemos que caminar por carriles centrales, donde normalmente circula el transporte motorizado. El tráfico, paralizado. Caras consternadas, acongojadas. Preocupados y alterados nos fundimos en una turba catatónica que toma las calles de la ciudad. Hay algo que no se alcanza a entender ni a explicar desde la lógica racional. Empezamos a notar que esto nos rebasa. La tierra se sacudió y con ella ahora estamos estremecidos.
Nuestras reacciones en estado de emergencia ponen a prueba nuestro lado más humano.
Abrumados
Pero también llegan las noticias que nos devuelven de nuestro marasmo. Hay atrapados y hay posibles víctimas. Inmediatamente reconectamos con la reacción de hace 32 años, había que ir a las zonas más dañadas y ayudar como se pudiera. Removiendo escombros, ofreciendo comida, lanzando porras, donando herramientas. Nuestras reacciones en estado de emergencia ponen a prueba nuestro lado más humano.
Esta vez no hubo memes, esta vez no era una broma. Las redes sociales virtuales volcadas a ofrecer datos sobre centros de acopio, sobre zonas dañadas, sobre protocolos de emergencia, sobre ayuda necesaria. Estas redes tenían su trasunto en las calles. Se buscaba hacer la necesaria conexión red-calle. Por algunos momentos así se logró.
Algunos tomamos las bicicletas para canalizar víveres y medicinas de centros de acopio a zonas dañadas, otros se pusieron mezclilla y botas y llegaron con todas las herramientas de su casa a los espacios colapsados, otros más preparábamos tortas, atole, sándwiches y comida para quienes apoyaban en las labores de rescate.
Los más especialistas, los que se llevan el aplauso mayor, ya estaban en lo suyo, escarbando y olfateando entre las ruinas, rescatando entre los escombros, haciendo 12 horas de guardia para atender a los múltiples lesionados que surgían, revisando las estructuras de los edificios dañados y evaluando daños.
Las calles de las zonas donde la emergencia fue mayor estaban completamente saturadas. El orden y las normas que organizan el flujo cotidiano estaban suspendidas en esas zonas. Avánzale para que no estorbes, dejen pasar a los ciclistas, por aquí es muy riesgoso por favor da la vuelta, toma una botella de agua para que te hidrates, venga mexicanos, ponte esta mascarilla para que te protejas de las partículas suspendidas, por acá hay comida, de este otro lado estamos recolectando las medicinas, abre paso al camión que retira escombro, quítense todos va a pasar una ambulancia.
"Amigos, estoy aterrado", llegan mensajes a un grupo de WhatsApp. "Tenemos que hablarnos, apoyar en nuestro alrededor y, sobre todo, 'estar cerquita' aunque sea por medios virtuales", otra contesta. Noticias devastadoras nos informan que dentro de las más de 200 víctimas se encuentra la madre de una compañera, a quien le dedicamos este sencillo texto. La sensación de estremecimiento que en un inicio nos invadió ahora nos abruma. Pasan tantas cosas a la vez que es difícil darle sentido a lo que nuestros ojos están viendo, lo que el cuerpo está sintiendo, lo que los afectos están procesando. No queda más, por ahora, que apoyar en lo que se pueda, en lo inmediato, al que la está pasando peor que uno. Todos nos ofrecemos algo, todos estamos para el otro.
Difícil escribir en primera persona cuando lo que estamos siendo en este país es ser un colectivo, un 'nosotros'.
Conmovidos
Pero a la par del agobio que abruma y estruja las tripas, la solidaridad evidente es el mensaje que da esperanza y que agua los ojos. "Esto parece una kermés apocalíptica" dice uno. En vez de rifas, juegos, concursos, aquí se baila al son del apoyo mutuo. Se entregan tortas, agua, herramientas, manos, cascos. Todo esto no es de nadie, estas cosas son de todos nosotros, porque nos necesitamos. La emergencia y la suspensión del orden cotidiano nos recuerdan lo mucho que podemos necesitarnos, pero sobre todo lo mucho que podemos apoyarnos. Los sociólogos le han llamado a esto solidaridad.
La coyuntura catastrófica, más allá del gobierno y más allá de los intereses empresariales, la hicimos mutua y nuestra. Difícil escribir en primera persona cuando lo que estamos siendo en este país es ser un colectivo, un 'nosotros'. Estos días, este espacio de excepción, nos están recordando que no estamos solos, que no somos esa generación de millenials egoístas refundidos en su espacio virtual y que tampoco somos esos viejos apáticos que anhelan otra época. Este espacio abierto y ambiguo nos recordó lo frágil que somos y lo necesario que es tenernos en sintonía. Que los otros también nos constituyen.
Por ahora, empezarán los recuentos de los daños, la vida tendrá que seguir, las actividades laborales y cotidianas tendrán que buscar un cauce que seguir. Pero Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos, Estado de México y la Ciudad de México seguirán necesitando mucho apoyo. Necesitaremos administrar nuestros recursos y nuestros esfuerzos. Las siguientes semanas de la reconstrucción son críticas y necesitamos seguir estando así, cerquita, apoyándonos como lo hemos hecho estos días.
* Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.